Dani Rodrik

No hay que llorar por la muerte de los acuerdos comerciales.

Jue, 01/12/2017 - 13:34 -- jzaldivar

Los dos principales acuerdos sobre la mesa, el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP por su sigla en inglés) y la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (ATCI), están prácticamente muertos luego de la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos.

No es sólo que los acuerdos comerciales de hoy se extienden a muchas otras áreas de políticas, como la salud y las regulaciones sobre seguridad, las patentes y los derechos de propiedad intelectual, las regulaciones para cuentas de capital y los derechos de los inversores.

Los acuerdos comerciales más nuevos incorporan reglas sobre "propiedad intelectual", flujos de capital y protecciones a la inversión que están esencialmente destinadas a generar y preservar las ganancias de las instituciones financieras y las empresas multinacionales a expensas de otros objetivos políticos legítimos.

La argumentación económica estándar para el comercio es doméstica. Habrá ganadores y perdedores, pero la liberalización comercial agranda el tamaño de la torta económica en casa.

Las políticas comerciales impulsadas por un lobby político e intereses especiales domésticos son políticas proteccionistas. Pueden tener consecuencias proteccionistas, pero ese no es su motivo. Reflejan asimetrías de poder y fallas políticas al interior de las sociedades.

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La izquierda abdica.

Lun, 08/15/2016 - 12:03 -- resqueda

A medida que el mundo se recupera del Brexit, esto está llevando a que economistas y políticos a evaluar la fragilidad política de la forma actual de la globalización. La revuelta popular que parece estar en marcha es tomar diversas formas: la reafirmación de las identidades locales y nacionales, la demanda de un mayor control democrático y la rendición de cuentas, rechazo a los partidos políticos de centro, y la desconfianza de las élites y expertos. Esta reacción era previsible.

Si bien, la globalización acentúa las divisiones de clase entre los que tienen las habilidades y recursos para aprovechar los mercados globales y los que no lo hacen, en contraste con las divisiones de identidad basadas en la raza, etnia o religión, esto ha fortalecido tradicionalmente la izquierda política. Así que ¿por qué la izquierda sido incapaz de montar un desafío político importante a la globalización?

Una respuesta es que la inmigración ha eclipsado los “choques” de la globalización. Los flujos masivos de migrantes y refugiados de los países pobres de muy diferentes tradiciones culturales agrava las divisiones de identidad que los políticos de extrema derecha están excepcionalmente aprovechando.

En América Latina existe un contraste revelador. Estos países experimentaron la globalización sobre todo como el comercio y la inversión extranjera, en lugar de como una descarga de inmigración. La globalización se convirtió en sinónimo de las denominadas políticas del Consenso de Washington y la apertura financiera. Pero la experiencia en América Latina y el sur de Europa revela tal vez una mayor debilidad de la izquierda: la ausencia de un programa claro para remodelar el capitalismo y la globalización para el siglo XXI. La izquierda no ha logrado llegar a ideas que son económicamente viables y políticamente populares, más allá de las políticas de mejoramiento, tales como transferencias de ingresos.

Los economistas y tecnócratas de la izquierda tienen en gran parte la culpa. En vez de contribuir a un programa de políticas de mejoramiento, abdicaron con demasiada facilidad al fundamentalismo de mercado. Peor aún, ellos llevaron el movimiento hiper-globalización en los momentos cruciales.

La buena noticia es que el vacío intelectual de la izquierda se está llenando, y ya no hay ninguna razón para creer en la tiranía de "no hay alternativas." Los políticos de la izquierda tienen cada vez menos razón para no recurrir a la "respetable" academia. En ausencia de una respuesta tal vez más, el campo deberá dejarse abierta para que los populistas y los grupos de extrema derecha, que dirigirán el mundo - como siempre - a la división más profunda y de mayor conflicto.

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