La arquitectura financiera mundial y regional a la luz de la crisis

Lun, 05/27/2013 - 05:57 -- noyolara

El debate en torno a la AFI abarca tanto al sistema monetario internacional como la regulación financiera y la banca multilateral de desarrollo. Las cuestiones a resaltar a partir de la última crisis son dos. La primera ha sido el mayor nivel de acción, que en este sentido ha tenido mayor similitud con los esfuerzos que se realizaron a finales de 1960 y comienzo de 1970. La segunda ha sido el explícito reconocimiento del papel de las instituciones regional en la recuperación mundial. Porotro lado, las iniciativas de reforma del Sistema Monetario y Financiera Internacional se dividen en: 1) las orientadas a mejorar la regulación y supervisión financiera, 2) las relacionadas con la ampliación de financiamiento anticíclico, y 3) acciones de coordinación de las políticas macroeconómicas que han tenido lugar en el marco del G20.

De otro lado, las deficiencias del sistema monetario internacional tienen que ver con:

1) Los efectos recesivos que genera la asimetría entre el ajuste necesario que deben adoptar los países deficitarios y la menor presión a ajustarse que enfrentan los superavitarios, cuyo resultado neto es la contracción neta de la demanda agregada. Esto no hace sino poner de manifiesto la relación que existe entre el sistema monetario internacional y los desequilibrios de pagos.

2) El dilema de Triffin, que se refiere al hecho de que un sistema internacional de reservas basado en una moneda nacional tiene deficiencias básicas. Su expresión principal han sido los fuertes ciclos en el valor del dólar y de la cuenta corriente de los Estados Unidos y que se transmiten al conjunto de la economía mundial.

3) La tercera deficiencia es la necesidad que enfrentan los países sujetos a mayor volatilidad a acumular reservas internacionales, una especie de "auto-aseguramiento" que no obstante termina en "falacia de composición": las acciones individuales aumentan la protección de los países que las adoptan, pero en conjunto contribuyen a los desequilibrios de pagos mundiales y, si se tienen como contrapartida mejores balances en cuenta corriente, tienden a generar una contracción de la demanda agregada mundial y, por ende, un sesgo recesivo a escala global.