Los nuevos rostros de la informalidad

En el mundo postpandemia la informalidad sigue siendo una realidad mayoritaria en América Latina. El cambio tecnológico y la economía de plataformas profundizan tendencias de largo plazo y complejizan lo que entendemos por informalidad en la región. Existe una zona borrosa y bidireccional entre formalidad e informalidad que las nuevas tecnologías potencian. El impulso del trabajo remoto y comercio digital augura en el futuro un aumento de este tipo de informalidad. Esto implica desafíos para la definición de informalidad, los sistemas de protección social y la gobernanza tecnológica.

 

Después de la fuerte contracción del empleo informal durante la fase más crítica de la pandemia (1T-2020), la recuperación del mercado de trabajo durante los años 2021-22, ha estado empujada por el crecimiento del empleo informal (CEPAL, OIT). 

 

 

Gráfico, Gráfico de líneasDescripción generada automáticamenteDurante el año 2022, aunque de manera desigual, este decrece en la medida en que el empleo formal se recupera, mostrando que funciona en gran parte como una alternativa al desempleo. Aunque no parece existir una relación directa con el crecimiento. En países como Perú, donde el FMI proyectó un crecimiento en 2022 del 2,7%, la tasa de informalidad creció del 71% al 73,5% entre 2019 y 2022. Del otro lado, Uruguay con una proyección del 3,3% de crecimiento del PIB, esta bajó del 24% al 19%.  En todo caso, la tasa de informalidad regional del cuarto trimestre de 2021 fue casi del 50%, cerca del registro de 2019. Uno de cada dos trabajadores de la región es informal, lo que representa una realidad estructural de larga duración. 

 

La Real Academia Española define informal como: “que no guarda las formas y reglas prevenidas” o “vendedor ambulante”. Desde los años 50 la economía del desarrollo había pensado al sector informal desde la idea de dualidad: un sector formal y avanzado, y otro informal y atrasado que debía poco a poco desaparecer. Esta idea funcionó en parte entre 1950 y 1980 cuando, en promedio, en América Latina, el 60% de los nuevos empleos fueron creados por los sectores formales de la economía. Pero esta tendencia cambia a partir de los 90. La fuerte contracción de la economía por la crisis de deuda desde los 80, y los sucesivos ajustes, provocaron una fuerte expulsión de fuerza de trabajo que nunca regresó tras las reformas económicas. El 61% de los empleos generados en la región durante los años 90 fueron informales. El porcentaje del sector informal Gráfico, Gráfico de líneasDescripción generada automáticamenteen el empleo urbano se expandió de cerca del 30% al 50% entre 1990 y 2000. 

 





La globalización había impuesto una creciente informalización de la producción (ligado al cambio del fordismo al toyotismo, la externalización y especialización de determinadas actividades) junto al el avance de las nuevas tecnologías de la información y comunicación. Las empresas empezaban a operar con un pequeño núcleo de asalariados regulares, y una creciente periferia de trabajadores “no estándar”. Con estos cambios profundos hay también una transformación en la manera de concebir la informalidad. Empieza a percibirse una relación más compleja entre lo formal y lo informal: hay informalidad en la formalidad y viceversa. La OIT encuentra que, entre 2012 y 2019, casi un cuarto de los empleos informales se generó en empresas o domicilios formales. 

 

Se pasa así del concepto de “sector informal” al de “economía informal”. En esta nueva definición se incorporan categorías como asalariados sin contrato o fuera de las leyes laborales -independientemente del tamaño de la empresa-, y trabajadores que transitan de una situación a otra o que se encuentran en eslabones “inferiores” de las cadenas productivas. Aparecen las llamadas “formas atípicas de empleo”: el trabajo a tiempo parcial, el trabajo a través de agencias y otras relaciones de trabajo multipartita, y formas de empleo encubierto o por cuenta propia económicamente dependiente. 

 

Desde principios de la década de los 2000, hubo un descenso marcado de la informalidad en la región, pero esta tendencia vuelve a cambiar en 2015, empujada ahora por la creciente “informalidad digital”. Aunque es todavía una realidad compleja de medir, según la CEPAL, es posible detectar ahí un perfil muy específico de trabajadores. Son jóvenes, con una edad promedio en los países en desarrollo es de 30 años, y están más calificados. Los más jóvenes, tienen en promedio de 22 años y trabajan en las llamadas plataformas de “programación competitiva”; los repartidores (RAPPI, GLOVO etc..), tienen de promedio 29 años; y los conductores de plataformas (UBER, DIDI etc..) un promedio de 36 años. Todos tienen un alto nivel de educación: el 18% tiene educación secundaria, el 25% tiene algún certificado técnico o había asistido a la universidad, y el 37% había completado una carrera universitaria. 

 

La economía informal sigue siendo la realidad cotidiana para muchos latinoamericanos. El cambio tecnológico y la economía de plataformas hacen parte ya de esta realidad y de lo que entendemos como economía informal. El crecimiento del trabajo remoto y el comercio digital durante augura un aumento aún mayor de este tipo de informalidad los próximos años. Con ello, será necesario redefinir como entendemos la informalidad, para desarrollar nuevas estrategias de formalización e implementar nuevas formas de protección social pensada para este continuum que son los nuevos rostros de la informalidad. 

Tema de investigación: 
Crisis económica