Fecha: Lunes, Agosto 8, 2016 - 12:18
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En el 2014 se lanzó el Atlas Global de Justicia Ambiental, creado por un grupo de investigadores del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambiental (ICTA) de Barcelona, en conjunto con el proyecto europeo EJOLT (Environmental Justice Organization Liabilities and Trade) para presentar al Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) un atlas que recopila información sobre más de mil conflictos ambientales que se despliegan por el mundo.

El recurso interactivo ubica los conflictos por país y los clasifica de acuerdo a su naturaleza con un ícono específico, algunos ejemplos son conflictos por la conservación de biodiversidad, conflictos de tierras y biomasa, relacionados a los combustibles fósiles y el cambio climático, por contrucción de infraestructura, extracción de materiales, nucleares, los generados por turismo, manejo de residuos entre otros.

Desde su aparición, el atlas ha permitido observar como tendencia el aumento de conflictos ambientales en países en vías de desarrollo, principalmente en América del Sur, India, Medio Oriente y África, aunque los países desarrollados también presentan problemas aunque en menor medida.

Cabe resaltar que este trabajo demuestra los problemas tangibles ocasionados por el aumento de la población mundial, de la sobreexplotación de los recursos y el aumento de energía que necesitamos para continuar el modo de vida. Asimismo, es importante mencionar que dentro del atlas también se hace referencia a los grupos de resistencia existentes, así como también las acciones legales que se han llevado al respecto; de tal manera que no sólo menciona los conflictos, sino que también nos brinda un panorama completo sobre el mismo y permite dar visibilidad a los problemas, pero también a las demandas por justicia en el mundo de todos.

 

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Fecha: Viernes, Agosto 5, 2016 - 12:32

Una fase específica de la historia económica y social sudamericana ha llegado a su fin. Esta fase fue testigo de la exportación de materias primas o productos semiprocesados en gran cantidad y a altos precios, que permitieron a sus economías tener tasas de crecimiento considerables y a sus gobiernos financiar una serie de programas sociales sin cambiar la distribución de la riqueza. El “modelo”, como así se lo llamó, dependía de la tasa de crecimiento y la demanda de commodities en otras partes de la economía mundial, especialmente en China.

La crisis de 2007 comenzó como una crisis financiera, tras la cual se puso al descubierto una profunda crisis de sobreacumulación y sobreproducción, compuesta por una tasa decreciente de ganancias. La crisis estaba en ciernes desde la segunda mitad de la década de 1990, y se demoró por la creación masiva de crédito y la plena incorporación de China a la economía mundial. El crac que comenzó a fines de 2008 fue de naturaleza global y no sólo una “Gran Recesión” norteamericana, golpeando inicialmente a las economías industrializadas. Los países emergentes, que pensaron que permanecerían mayormente inmunes a sus efectos, más tarde perderían esta ilusión.

La duración de la crisis mundial y la ausencia en la burguesía de un horizonte económico que no sea el de cortas recuperaciones cíclicas anuncian la convergencia y en última instancia la fusión de los efectos económicos y sociales de una prolongada crisis económica con los efectos, de dimensiones portentosas del cambio climático.

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